Buenos días Insiders
Hace unos 2.600 años, en un pequeño reino llamado Lidia —lo que hoy sería parte de Turquía—, un rey tomó una decisión que cambiaría el mundo.
Su nombre era Creso, y pasaría a la historia como el primer hombre que acuñó monedas de oro puras.
Hasta entonces, los comerciantes usaban piezas irregulares de electrum (una mezcla natural de oro y plata).
Cada transacción requería pesar, analizar y discutir el valor de esas pepitas.
Era el equivalente antiguo a que cada billete tuviera un valor distinto.
Un caos.
Creso quiso poner orden.
Ordenó separar el oro de la plata, fundirlo con pureza constante y marcarlo con el símbolo del león de Lidia, su emblema real.
Nació así la primera moneda de oro estandarizada de la historia: el estátera lidio.
Y con ella, algo mucho más importante: la confianza monetaria.
Por primera vez, una pieza de metal valía lo mismo en Sardes que en Babilonia, sin discusiones ni básculas.
Ese gesto convirtió al oro en un idioma universal.
Un lenguaje que hablaba de comercio, de poder y, sobre todo, de estabilidad.
Curiosamente, el nombre de Creso se volvió sinónimo de riqueza eterna —todavía hoy decimos “más rico que Creso”—.
Y aunque su reino desapareció, su idea sobrevivió: una moneda honesta, reconocible y duradera.
Milenios después, seguimos usando la misma lógica.
El formato cambió —de estáteras a lingotes, de sellos reales a certificados LBMA—,
pero la esencia es idéntica:
un pedazo de oro sigue siendo la forma más universal de confianza.
🟡 Con este relato estrenamos Domingos de historietas,
una serie dominical para viajar juntos por los hitos del metal: reyes, monedas, guerras, tesoros, barcos hundidos, …
Historias que explican por qué el oro no solo se compra: se hereda, se recuerda y se respeta.
Nos leemos mañana
Jesús
Andorrano Insider
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Sin rencores, como siempre.
